El águila imperial ibérica: mirando al cielo boquiabiertos


He aquí uno de los motivos por los que mirar al cielo y, de tener la enorme fortuna de verla, pasmarse ante esta maravillosa criatura: el Aquila adalberti o águila imperial ibérica. Para empezar, hemos de diferenciarla del águila imperial oriental o Aquila heliaca, de la que hasta no hace demasiado se la consideraba subespecie, pero de la que los análisis genéticos la "independizaron" como especie válida.

El Aquila adalberti presenta un plumaje pardo muy oscuro en toda su anatomía, salvo en los hombros y parte superior de las alas, que son de color blanco. Asimismo, la nuca es un tanto más clara y la cola más oscura, casi negra.

Los individuos jóvenes son de color pardo rojizo en todo el cuerpo y no presentan los colores propios de la madurez hasta los cinco años, tiempo en el que alcanzan también la madurez sexual.

Gigantes del cielo

En cuanto al tamaño del águila imperial ibérica, este alcanza entre 78 y 83 centímetros de estatura media y del orden de 2,8 kilos de peso, si bien las hembras suelen ser mucho más grandes que los machos, llegando a los tres kilos y medio. La envergadura oscila entre el 1,8 y los 2,1 metros.

Estas rapaces, que viven del orden de 20 años, habitan desde pinares de montaña hasta dunas y marismas costeras. Lo más normal, eso sí, es encontrarlas en zonas llanas o de poco relieve, con arboledas no demasiado densas y poblaciones abundantes de conejos.

Hay que decir que la presión a la que el ser humano la ha sometido ha obligado a esta ave a refugiarse en zonas de difícil acceso para nidificar. Aunque esta es una situación que se está revirtiendo gracias a la recuperación de la especie, que va ocupando de nuevo las llanuras y mesetas, sobre todo de las zonas centro y Sur-Sudeste de España. Asimismo, ha nacido recientemente un nuevo núcleo de población al este de Portugal.

Aves muy territoriales

En lo que se refiere al territorio del águila en sí, podemos diferenciar tres zonas: la de nidificación; la de alimentación cercana, que es el cazadero más habitual y que la pareja defiende como de uso exclusivo; y, finalmente, la zona de alimentación lejana, usada más esporádicamente y compartida con otras aves.

Clasificada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es un ave monógama cuyo celo se extiende de marzo a julio, tiempo en el que reacondicionan uno de los nidos que habitan rotativamente de año en año. El cobijo suele encontrarse en la copa de un árbol, tanto en ramas alta como bajas.

Cada vez menos fértiles

Normalmente, el águila imperial pone de 4 a 5 huevos que incuba a lo largo de 43 días. Lo habitual es que se desarrollen hasta tres polluelos, aunque este número ha bajado en los últimos años a causa de los pesticidas que reducen el índice de fertilidad.

En un año malo, de poca comida, el pollo más grande es el que acapara la comida y el único que sobrevive, aunque este pájaro no practica el cainismo. Cuando han de ir a cazar, los padres cubren a su descendencia de hojarasca para esconderla de posibles depredadores. Los polluelos abandonan el nido al cabo de entre 65 y 78 días, aunque siguen viviendo cerca y recibiendo alimento de sus padres durante cuatro meses más.


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