Rapaces en el mar: el pigargo europeo


El paisaje más común que se asocia a las aves rapaces es el de las cumbres de montaña, o en todo caso, cómo no, la llanura meseteña. Sin embargo, hay rapaces que prefieren el viento salobre del mar, sus acantilados como vivienda y peces como alimento. Es el caso del pigargo europeo, una especie amenazada que parece querer remontar el vuelo en los últimos años.

El pigargo europeo (Haliaeetus albicilla) es un miembro de la familia de las Accipitridae bastante grande, que llega a medir casi un metro de altura y supera los dos metros de envergadura con facilidad (las hembras son mayores). Es de alas amplias, cabeza grande y pico fuerte. Tanto este como las patas son amarillos, y tiene una llamativa cola blanca en un plumaje por lo demás pardo.

pigargo uropeo

Aunque en principio vive en todo el norte de Europa (en el Báltico, Escandinavia, las estepas rusas, también en el Cáucaso) y de Asia (Siberia, Manchuria, Sajalín) e hiberna en costas más cálidas del Pacífico y el Índico, es una especie cuyo espacio se ha visto drásticamente reducido en el último siglo por efecto de la presión humana. También hay algunos en Islandia y Groenlandia.

En su hábitat, el pigargo es el depredador más alto de la pirámide

La base de la alimentación de este pájaro, también conocido como águila marina, es el pescado (incluido el salmón), las aves acuáticas (como algunos patos) y la carroña (en invierno). Ocasionalmente puede caer algún conejo. Montan sus nidos en árboles o riscos y lo reutilizan de año en año, reparándolo. Ponen de uno a tres huevos que incuban durante cuarenta días aproximadamente.

Los polluelos vuelan a los 75 días y abandonan el nido en torno a los tres meses, aunque siguen siendo alimentados al principio por sus padres. Son relativamente sociables hasta convertirse en adultos, hacia los cinco o seis años. Emiten un característico chillido que recuerda al de la gaviota argéntea. Y, si es europeo, es porque tiene un primo americano (Haliaeetus leucocephalus).

Tras una situación crítica a mediados del siglo pasado y prácticamente desaparecer de Finlandia, uno de sus bastiones, debido a contaminación humana en 1970, fueron reintroducidos en las islas Hébridas con gran éxito, y en 2006 una pareja anidó espontáneamente en Holanda después de más de doscientos años de ausencia. Sin duda soplan vientos mejores para el pigargo europeo, una alegría para todos los amantes de la vida salvaje.


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